
Lo reconozco, resulta difícil ser objetivo cuando analizas uno de tus primeros juegos comprados originales. A pesar de tener acceso a muchos juegos, con esos packs iniciales que venían junto al ordenador y especialmente gracias al pirateo, no había nada comparable a gastarse una pasta por un original y cargarlo por primera vez. El riesgo de no acertar tras semejante desembolso producía sudores fríos. Qué satisfacción fue comprobar que este Bounty Bob Strikes Back era extremadamente divertido y más que solvente, técnicamente hablando.
Bounty Bob Strikes Back se desarrollaba en una mina de la misma manera que Manic Miner. Sin embargo el origen de ambos juegos no podía ser más distinto. Bounty Bob Strikes Back era la secuela de un juego de 1982 venido de Atari (y posteriormente Commodore) llamado Miner 2049er. Muchos de los elementos que tuvo el juego que hoy analizamos, los tenía ya Miner 2049er.
Esta secuela para Spectrum, sin primera parte (no es el único caso), fue desarrollada por U.S. Gold con un equipo formado por Bill Hogue, Tim Miller y Frederick David Thorpe. Esto es lo que podíamos leer en las instrucciones:
Bounty Bob(TM) regresa en esta nueva y emocionante aventura posterior a Miner 2049er(R) Esta vez es aún más difícil que antes y Bob necesita tu ayuda más que nunca para guiarlo a través de la mina. Los organismos mutantes se han multiplicado e invadido la mina por completo, por lo que es extremadamente difícil sobrevivir a los peligros de los pasadizos subterráneos. Usar el equipo especial de alta potencia en las veinticinco nuevas cavernas es la única esperanza de Bob de lograr su objetivo de asegurar la mina y derrotar los planes del malvado Yukon Yohan(TM).
Un total de 25 pantallas que representaban pasillos y estancias de una mina hacían que el minero Bounty Bob se enfrentara a extraños mutantes que se convertían en roca. Si los tocabas te mataban pero si cogías cualquier herramienta la cosa cambiaba y con solo tocarlos desaparecían para alivio de los más sensibles. Algo al más puro estilo Pacman. Las «inspiraciones» ya estaban a la orden del día en los 80.

La misión era pintar todo el suelo de la estancia. Andar sobre las plataformas, afianzaba el terreno. Eso era fundamentalmente lo que había que hacer para pasar de una caverna a otra. Si querías pasar a la siguiente pantalla, no te podías dejar ni un cachito de suelo.
Ascensores, tubos y accesos de todo tipo componían el decorado. La estrategia era muy importante. Como buen plataformas tipo puzzle tenías que medir bien tus movimientos. Utilizar estos elementos en su momento adecuado, era fundamental para no perder vidas.
La dificultad era elevada pero la forma de jugar tenía la capacidad de enganchar desde el principio. Era adictivo y sobre todo muy divertido. El secreto era conocer bien la estancia y ser preciso en los saltos. Había que ajustarlos al milímetro, de lo contrario era fácil caer desde alto para morir a continuación de forma irremediable.
El sonido era constante y muy arcade. Es ocasiones estridente, como en las muertes, que no hacía sino añadir sufrimiento. En general la atmósfera era muy buena. Son este tipo de detalles, a veces casi intangibles, las que diferenciaba un buen juego de un juego notable.
Los gráficos eran correctos y me atrevería a decir que con personalidad. El movimiento era suave y milimétrico, algo en lo que pusieron especial esmero ya que la jugabilidad dependía de ello. Un acierto en cualquier caso y clave en su valoración final.

Destacar la presentación en la que unos pájaros trabajaban sin descanso para componer las frases transportando letra a letra y la música, de nuevo estridente pero pegadiza.
Las críticas en la prensa especializada fueron dispares. En España Microhobby no lo valoraba en el texto, limitándose a explicar su mecánica, pero si nos fijábamos en sus famosas barras tricolor veíamos que le daban un notable. La prensa británica lo valoró en la misma línea, excepto Your Sinclair que le daba ni más ni menos que un rotundo 9. Pocas veces un juego tan bien valorado ha pasado tan desapercibido dentro del catálogo del Spectrum.
En definitiva, un juego divertido y notable, que hará las delicias de los jugadores que quieren descubrir viejas propuestas poco conocidas para Spectrum.
Bounty Bob vuelve a la mina en esta secuela sin primera parte
Gráficos - 68%
Movimiento - 74%
Sonido - 83%
Jugabilidad - 77%
Adicción - 85%
77%
Un juego divertido y notable, que hará las delicias de los jugadores que quieren descubrir viejas propuestas poco conocidas para Spectrum.
Juego muy entretenido, pero terriblemente difícil ¿Cómo iba yo a saber que cogiendo una maceta con flores los enemigos se volvían comestibles?
A éste juego le dí caña allá por el 85, más o menos. Me gustó mucho y me resulto adictivo en aquella época. Eso si, dió la puñetera casualidad que lo conocí antes que el Manic Miner y el Chuckie Egg. ¿Qué pasó entonces? Pues obviamente que me olvidé por completo de Bounty Bob y, creo, que no lo he vuelto a jugar nunca más.
…mensaje eliminado por expreso deseo de su autor…