
Un extraño eco replicaba en mi sien al latido acelerado de mi corazón, a punto de escapar a mi control, si es que alguna vez lo estuvo. Sístole. Inmediatamente brotó un silencio interno minúsculo y a la vez infinito que hacía dudar que la imperceptible contracción en mi pecho hubiera sido algo real. Los músculos de mi tren superior y mis bíceps ardían por la tensión a la que mi cuerpo ansioso les obligaba a forzar su maquinaria casi perfecta de fibras y sangre, para seguir avanzando, un poco más, arrastrando su peso, a toda presión, como si no existiera el instante siguiente. Diástole.
Inspiración. No había nada más allá del próximo movimiento, el mundo acababa en el siguiente suspiro y la fuente de la que emanaba aquella misteriosa energía que me hacía seguir era que esta vez sí, que lo iba a conseguir, el maldito cronómetro se detendría unas décimas antes y el sargento cambiaría su cara de amargado estreñido por una de estreñido normal. Expiración. Tensión. La última vez fallé en la segunda prueba con armas, pero la última vez ya no existe, forma parte del pasado y sólo veo al potro delante, avanzando hacia mí. La meta está cerca. No hay dolor. No es verdad, sí lo hay, es una especie de fuego difícil de aplacar, en parte interno, en parte radial como si mi cuerpo fuera infinitamente extenso, pero borrado por la fuerza que me impide detenerme, aplazando la carga de caballería de las terminaciones nerviosas que destruiría todo, que liberaría su explosión de neurotransmisores que atormentaría mis nervios y mis músculos, pero no me importaría porque ya estaba al otro lado de la raya.Sístole.
-“Niño, leche, ¿otra vez haciendo el tonto delante de la tele con la máquina de escribir esa de las teclas de goma? Míralo, ahí todo el día embobado, y de vez en cuando se lía a gritar y a meterle meneos al cacharro que parece que le va a dar el baile de San Vito, con todo lo grande que es y todavía con los jueguecicos. ¡Qué ganas tengo de que te vayas a la mili y se te pase tanta tontería!”
-Padre, la mili es para flojos, yo ya estoy en la Escuela de Combate. Me miró como si un marciano hubiera suplantado la mente de su chaval que hasta hacía poco llevaba pantalones cortos y, añorando los tiempos en que todo se
solucionaba con un Frigodedo, suspiró dirigiéndose a mi madre.
-Ya te dije yo que este nos había salido un tanto rarito, Carmen, que con tanto tebeo y tanta revista se nos ha hecho medio hippy
Al final, concatenando prórrogas por estudios, pertenecí a la primera generación de españoles que se libró de pasear el cetme y fingir un ardor guerrero del que carecía por completo. Era la época en la que casi nadie iba ya a la cárcel por declararse insumiso (muchos lo hicieron y contribuyeron con su sacrificio a cambiar la ley) y no hacía tanto que las chicas del barrio suspiraban a la salida del cine por lo extremadamente bien que le quedaba un tal Richard Gere el uniforme en Oficial y Caballero.

Rodeada de este clima vio la luz una recreativa de Konami en 1987 (Boot Camp en EEUU y disculpadme que no ponga el título original japonés) que tuvo una buena acogida en los salones succionadores de monedas. Y evidentemente, como correspondía al patrón de negocio de aquella época, se estableció de inmediato que si era rentable en las máquinas de pago (y seguramente si ajustamos las cuentas de los plazos, todo estaba decidido y contratado desde la concepción del juego en Japón), tenían una posibilidad de negocio estupenda llevando en volandas la idea a los ordenadores de 8 bits.
Por fortuna para los usuarios, la tarea recayó en las expertas manos de la gente de Ocean que engrasó la maquinaria con su habitual profesionalidad dejando el encargo en manos de un equipo en el que Mike Lamb era uno de los que agitaba la coctelera con más fuerza, lo que puede dar bastantes pistas sobre la calidad del resultado final.
La mecánica no varía demasiado de lo que habíamos visto en títulos como Hypersport o Daley Thompson’ s Decathlon. Hay que superar determinadas pruebas consiguiendo un tiempo por debajo del estimado como clasificación o bien rebasar una puntuación preestablecida, sólo que esta vez la ambientación olímpica se cambia por una militar sin que ello afecte demasiado al espíritu de fondo del juego.

Como viene siendo habitual, hay un grupo de fases más o menos estándar en las que nos limitaremos a apuntar y disparar mezclando rapidez y precisión, pero en otras tendremos que dejar que la adrenalina fluya salvajemente en auxilio de nuestros músculos y sintamos lo más parecido que se puede a la empatía con el personaje protagonista, porque necesitaremos agilidad y sufrimiento de atleta para mover alternativamente el joystick o machacar (ojo, no pulsar, machacar) alternativamente dos teclas para conseguir imprimir el ritmo exacto a nuestro sprite. Las pruebas que tendremos que superar con éxito son las siguientes:
-Carrera de salto: Hay que conseguir una velocidad de crucero mínima con el movimiento antes descrito e ir superando potros de distintas alturas, oprimiendo el botón en el momento oportuno. Cuando estemos cerca de la meta, tendremos que colgar nuestro peso de unas paralelas y atravesarlas a pulso.

-Prácticas de tiro I: Armados de una ametralladora, hemos de hacer blanco en unas dianas que surgirán a distintas distancias.
-Carrera del hombre de acero: Volvemos a sentir el frenesí de una lucha contra el reloj pero esta vez estamos ante un desarrollo vertical (aunque podemos y debemos desplazarnos lateralmente para evitar obstáculos), en una carrera por el campo en la que incluso tendremos que atravesar a nado un río. Ojo, en Micromanía y Microhobby contaban que había que atravesarlo en canoa. Nada, eso es de señoritas que quedan para tomar el té, hay que hacerlo a las bravas, nadando.
-Prácticas de tiro II: En esta prueba no nos conformamos con una ametralladora, sino que nos echaremos al hombro a un bazooka con el que ir destruyendo una especie de tanques robotizados que no nos atacarán, simplemente huirán de nuestro fuego, descendiendo desde la parte superior de la pantalla hasta desaparecer por cada uno de los laterales. Habrá veces que no podremos atacar los dos flancos y tendremos que decidir sobre qué punto dirigir nuestro fuego.

-Pulso: Esta prueba se representa de una vista superior, como si estuviéramos situados en la bombilla del gimnasio donde se desarrolla la acción. Volveremos a machacar teclas para intentar doblar el brazo de nuestro oponente.
-Prácticas de tiro III: En esta parte, la prueba de tiro se vuelve un poco más exigente. No se trata de acribillar a todo lo que se nos ponga por delante, sino que tendremos blancos que debemos destruir pero otras dianas deberán ser respetadas o nos quedaremos paralizados durante unos segundos, lo que pondrá casi imposible el llegar a alcanzar el número final de aciertos exigidos.
-Lucha contra el instructor: La gloria está ya cerca, pero para tocarla necesitaremos pasar esta última prueba, consistente en vencer a quien nos ha enseñado. Se trata de un combate de artes marciales, que sigue, a grandes rasgos, mecánicas como la de Exploding fist.
Por el tipo de desarrollo del juego, en Combat School no existe el concepto de «vidas» propiamente dichas. Se sustituye por un sistema según el cual, cuando superemos una prueba, según lo holgadamente que lo hayamos hecho, recibiremos un «bonus» que nos servirá por si en alguna otra no llegamos por poco al objetivo fijado, pudiendo gastar esta puntuación acumulada y cambiarla por flexiones de penalización.
Cuando esto ocurra, pasaremos a otra pantalla que nos muestra colgados de una barra y a golpe de biceps, y bajo la batuta en forma de porra de nuestro instructor, purgaremos nuestra falta de pericia. Por supuesto, las flexiones se hacen con la clásica combinación destrozateclas.

Combat School es un juego muy bien realizado técnicamente. En parte porque en la versión de 48k tuvo el acierto de hacerse multicarga (una lata por un lado, pero un tributo que se paga gustoso cuando se ve el resultado), lo que le permite ser claramente superior en los distintos apartados de explotación de los recursos del Spectrum respecto a otros juegos de parecida temática.
El sonido es bastante decente en los menús y las previas. Los gráficos, sin ser de lo mejor visto en nuestras máquinas, cumplen de sobra, siendo abiertamente chulos en las presentaciones de los jugadores, y además se mueven con muchísima agilidad, factor clave cuando nos referimos a este tipo de juegos. No es excesivamente original, pero el barniz castrense le sienta realmente bien a un desarrollo que no deja de ser clásico. Posteriormente otros juegos tratarían de copiar este tipo de ambientación, como por ejemplo «19 Boot Camp», de Cascade Games, con no demasiado éxito.
Me parece que ha envejecido muy bien, es un título totalmente reivindicable y jugable hoy en día, de los recurrentes que yo recomendaría para echar un ratito con el emulador, con la tranquilidad de que si en una de estas salta una tecla del teclado USB, no supondrá el quebranto de economía que hubiera sido jugando con el Spectrum original.
Ya tengo el artículo casi acabado, listo para enviarlo a El Mundo del Spectrum, cuando se ha acercado mi hijo de ocho años.
-¿Qué haces?
-Escribiendo sobre el Combat School, que ya sabes que me gusta mucho.
-Ah, qué bien. A mí me gusta la parte del pulso y los gritos de alegría que pegas cuando le ganas al otro. Oye, papi…
Se detuvo como dudando si debía de decir o no lo que estaba pensando en ese momento. Se decidió a hacerlo:
– ¿Tú sabes de alguien que le haya ganado al instructor?
Le he dicho que no sea tan preguntón y lo he mandado a cargar un rato la 3DS. Con los fantasmas paternos no se juega.

Título reivindicable y muy jugable incluso hoy día
Gráficos - 86%
Movimiento - 82%
Sonido - 86%
Jugabilidad - 81%
Adicción - 79%
83%
Un juego que ha envejecido muy bien. Es un título totalmente reivindicable y jugable hoy en día, de los recurrentes que yo recomendaría para echar un ratito con el emulador, con la tranquilidad de que si en una de estas salta una tecla del teclado USB, no supondrá el quebranto de economía que hubiera sido jugando con el Spectrum original.
Un juego bárbaro que disfruté como una perra en celo con mi 128K+. Nada que objetar, magnífica conversión, uno de los culpables de reventar mi teclado. Con joystick era bastante más sencilo, pero de lejos.
Muy buena conversión, de una gran recreativa (una de mis favoritas). No recuerdo si la versión de spectrum tenía la misión final que había en la recreativa (y cuya única misión era que terminaras ya la partida por su extrema dificultad).
Por cierto, gran artículo.
Que buenos tiempos con este juegazo,la de partidas que jugaria…y la de veces que llegue al final con mi spectrum+,para ser hostiado por el sargento,nunca consegui acabarlo,aun tengo la espina que algun dia sacare,por cierto yo usaba un truco que descubri solo,consistia al jugar con teclado en dejar pulsadas las teclas de arriba y abajo,y pulsar las teclas de izquierda o derecha o solo derecha en la primera pantalla para conseguir una velocidad alta de manera facil.En fin un juegazo que te hacia sentir como un marine en la instruccion.
Otro buen juego de Ocean, que aunque no sea de mis favoritos, es de una calidad fuera de toda duda.
Como bien dice Radastan, con joystick era infinitamente más asequible (que no fácil) que con teclado. Junto con la prueba del triple salto del "HyperSports", este es el juego en el que más sufrió mi viejo joystick.
Sorceneger no ha hecho mención de la misión final que hay tras vencer al instructor jefe (que la hay, estopon). Yo sólo llegué a alcanzarla en dos ocasiones, pero me liquidaron con más rapidez de lo que a mi orgullo le gustaría confesar, así que no sé cómo acababa el juego (y casi ni cómo se desarrollaba esta última misión).
Magnífica conversión de la mano, una vez más, de Ocean. Su dificultad era lo suficientemente alta como para no acabarlo (la lucha final contra el instructor era muy muy jodida) pero su multitud de pruebas así como la diferencia entre estas lo hacían un juego muy entretenido. Por cierto, leyendo esta estupenda review no recordaba lo de la canoa, ahora que lo recuerdo la maldita canoa nunca apareció jaj
Entre las cinco mejores conversiones para mi gusto. Adictivo a más no poder y con las músicas de la recre perfectamente trasladadas por Jonathan Dunn.
Gran conversión sin duda. Una de la mejores que vió la máquina de Sinclair, me aventaría a decir. Lo tiene todo.
Este juego debería estar entre los más valorados de todos los tiempos. Me parece una conversión impresionante y con una jugabilidad asombrosa. Creo que no se valora más porque es un juego quizá utópico. No está en primera línea de nuestra mente por eso. Pero lo recuerdo como uno de esos juegos a los que juegas de verdad y no juegas solo «porque es lo único que tenemos». Recuerdo a mi amigo y a mi jugado a 2 jugadores y disfrutando de verdad para ver quién llega antes. Por cierto, ¡pobres joysticks!, ¿cómo podían resistir aquello?