
Si no has leído la primera parte la tienes aquí.
Pasadas las Navidades de 1983, las ventas siguen creciendo a un ritmo vertiginoso y aparece la importante figura de los mayoristas. Se trata de una figura de referencia ya que son a quienes todo el mundo compra. «Los pequeños distribuidores eran ya miles, se hacía imposible de manejar. Y ya dejan de dirigirse a nosotros, se lo da también el mayorista. y claro, la distribución de la microinformática empieza a ser ya nacional, en cualquier pueblo ya había una tiendecita que vende su Spectrum o Commodore 64. Esa figura del mayorista fue muy importante». Todos los productos de Sinclair los fabricaba Timex Scotland, pero llega un momento en que su capacidad se ve sobrepasada. «Tenían una fábrica muy cuca en Lisboa, y empiezan a fabricar en Portugal. El día que fui yo por primera vez estaban fabricando, en una zona totalmente cerrada, placas para IBM. Montaban los Spectrum a mano en dos o tres mesas muy grandes, les llegaba la placa de Inglaterra y montaban los componentes, muy bien hecho. Tenían líneas de montaje que ya soldaban y lo dejaban todo preparado. Y luego había tíos de uno noventa o dos metros, todos ellos escoceses, en el Quality Control. Los Spectrum no tenían menos calidad que los escoceses, no los distinguías, y luego en la etiqueta ponía Made in Europe, o a veces incluso Made in UK, porque a ellos les daba igual». El coste de fabricación de un Spectrum 48K lo deducía Ricardo de los márgenes de tienda y distribución que tan bien conocía en aquel entonces: «Calculo que unas 8.000 pesetas».
El bluff del QL y el C5
En el año 1984 aparecen dos máquinas: el ZX Spectrum +y el QL. Si el segundo de ellos fue un desastre, el verdadero batacazo vino con otro lanzamiento: el coche eléctrico C5 de Sinclair. «Asistí a la presentación, estábamos dos españoles, y pensábamos “esto va a ser un desastre”. Sólo pensar en aquello en el centro de Londres… Sinclair gastaba mucho en sus ideas. El molde del C5, en aquella época, le costó un millón de libras». El molde conseguía fabricar la carcasa en una sola pieza. «Él gastó mucho dinero en sus investigaciones, tal vez en las que menos en las del Spectrum, porque una vez desarrollado, el Spectrum + fue cosmética. Era un producto muy bonito, tenía otro aspecto mucho más digno; empezamos muy tarde, y por eso vendió menos de lo que podría haber vendido». Pero pese a ello Ricardo reconoce que se vendió masivamente. «Como churros», zanja. Una polémica recurrente de aquella época fue la aparición de anuncios diciendo que tenía 64K. «Eso fue la típica cosa del publicista. Era ingeniero de telecomunicaciones, y preguntó: “pero esto tiene ROM y tiene RAM. Pues ponemos que tiene 64K, y si la gente pregunta, ya lo explicará el vendedor”. La idea fue aquella. Todas las campañas se las comunicábamos a la distribución. Y cuando había alguna cosa que podía llamar la atención, lo hacíamos notar. En esto seguramente comunicaríamos “Lo de 64 haced notar que son 48+16”. Fue publicidad y nada más.» Pero la carrera informática era implacable y la presión por superar al contrario era fuerte. «El mercado quería algo más, y quizá eso iba por ahí: el Commodore tenía 64 K…»

La respuesta de Sinclair a esta demanda de máquinas más potentes y profesionales fue el QL. «Fuimos a la presentación, al Intercontinental de Park Lane en Londres, recién inaugurado. Yo no ví una cosa igual en mi vida, ni cuando se presentaban Ferraris, un salón increíble, gente de New York Times, de todas partes, tremendo. Apareció Sir Clive con alguno de sus muchachos, Charles Cotton, e hizo su presentación. La noche anterior tuvimos una cena privada entre gente de Sinclair y los cinco o seis distribuidores principales: francés, alemán, italiano, nórdico y yo. Y entonces recuerdo que nos dijeron: “Os vamos a contar qué equipo vamos a lanzar mañana. ¿Qué procesador creéis que vamos a sacar?” Todos dijimos que el Z80, y nos revelaron que era un Motorola. Y además un 68000, y que iba a ser un ordenador parecido al Spectrum pero más grande. Eso nos pareció muy bien a todos. “¿Y la periferia que creéis que va a ser?” Pensamos que un floppy, a lo mejor un disco duro,.. “No: Microdrive”». Ricardo emite una exclamación teatral de horror. «¿Microdrives un Motorola? Y cuando llegamos al Intercontinental esa mañana, ya conocíamos toda la historia, pero los otros 200 no. Y claro, cuando se dijo lo de los Microdrives…». La decepción de los medios fue palpable. «Cuando salimos de allí, el feeling de todos los que salíamos, de todos, era de que aquello no estaba bien pulido. Salimos con mal sabor de boca».
Aunque sabían que era un producto fallido, eran la mano de Sinclair en España y se veían obligados a trabajarlo y lanzarlo. Ya se había hecho una gran inversión en traducir manuales y en el software. «Aquello se lanzó, nosotros hicimos nuestro trabajo, y lo presentamos en el SIMO del 84, junto con el Spectrum +. Y no se sabía dónde ubicar bien, ni ellos ni nosotros, en qué mercado. Era otro precio, el de 48 se había bajado, el + se quedó con el precio anterior, pero el QL duplicaba o triplicaba el otro». Se empezó a vender pero ni mucho menos cumplió la expectativa que Sinclair había creado en todo el mundo. Aun así, Investrónica vendió entre 1000 y 2000 unidades en los dos años que tuvo de vida comercial. Por otro lado, con el gran éxito que tuvo el Spectrum + en el 1984, se comprobó que la distribución estaba plenamente consolidada. El modelo de teclas de goma, no obstante, desapareció rápidamente y las unidades sobrantes se liquidaron a través de mayoristas.

Otro aspecto que se intentó cuidar en la empresa fue la imagen y su logotipo. «En el año 84 cambiamos la imagen, entonces era negra y pasó a ser roja. Nos la hizo Guillermo Capdevilla, que era un diseñador chileno que se mató en un accidente, que era marido de Carmen Lomana. Nos hizo la imagen de marca, incluso cómo tenían que ir los stands. Intervino en la parte estética del 128, porque se llega a un acuerdo con él para el diseño, con un contrato de bastante dinero. Nos produce varias copias de un libro a todo color con la imagen de marca: tarjetas, etc». Se mantuvo el emblemático gesto del logotipo, ese particular electrocardiograma que marcó el pulso de la llegada de los microordenadores a España. «El gesto del logo sí venía del original». Y para fortuna de Ricardo, el pulso se mantuvo con aparente buena forma pese a un nuevo fenómeno que ya se había atisbado con Ventamatic: la importación no oficial. «Tuvimos un problema con el que intentamos luchar: el concienciar a la gente para que reclamara su garantía y su manual. Hubo otra publicidad muy agresiva que se tuvo que autorizar en los más altos niveles del grupo. Pusimos en un mismo día, y a la semana siguiente otro día, en los dos grandes periódicos de Madrid, ABC y El País, y en La Vanguardia, una hoja entera firmada por Investrónica en el que solamente se advertía: “Cuando compre exija su garantía, no son distribuidores nuestros Alcampo, Continente y Pryca”. Empezaron vendiendo muchas cantidades, miles de unidades que entraban al mismo precio, que nos hicieron bastante daño y conseguimos cortar. Era ilegal, lo que se llamaba importación paralela. Era un producto que no había pasado por nosotros, con manuales en inglés y con tarjeta de garantía de UK, pero desde luego de España no».
Del 128 al PC
El Spectrum 128K se fraguó en 1985 en la tercera planta de Investrónica. La iniciativa puso a España en el mapa del desarrollo de microordenadores y centró las miradas de los usuarios europeos, particularmente los ingleses. «Era un paso adicional, primero fue un Spectrum, luego un +, luego el QL que no funcionó,.. Pero en el 85 ya sabíamos que Sinclair era Sinclair. Ya veíamos el mercado cómo iba, y teníamos que seguir con la compañía. El 128 tuvo una vida relativamente corta, pero es que el ZX81 tuvo un año de vida, el 48K año y medio, el +… era todo una locura, una locura. En hardware y software». El Spectrum 128 generó también ciertas confusiones, una de ellas derivada de un artículo que sacó Luis Fidalgo (ahora director de comunicación del grupo March) para el diario El País el 20 de septiembre de 1985. En este artículo se titulaba: “El Corte Inglés fabricará en España el último modelo de ordenador personal de Sinclair”. Ricardo se muestra aquí tremendamente pasional: «Investrónica era una sociedad del grupo El Corte Inglés, pero ésta no intervino en sus decisiones. Eso fue vital. Ni nos sugirieron ninguna idea, ni nosotros se la pedimos. Cualquier idea siempre fue nuestra. Sólamente ha habido una cosa en la que El Corte Inglés tuvo la última palabra: nos fuimos a enseñarle los dos spots de televisión a Isidoro Álvarez». Él mismo había insistido en verlos así que no quedó más remedio que pasar por el trámite. «Le llevamos los spots a un piso de la calle Hermosilla. Y me acuerdo que lo vio y dijo “Ah, pues están muy bien. Chicos, sigan adelante con esto”. Y nos dedicó los 40 segundos más 15 más. Y podría haber dicho que no». El artículo sentó en un primer momento realmente mal. «Tenía que haber dicho “Investrónica fabricará…”, pero puso El Corte Inglés. Esto, a las 9 de la mañana, llega El País a los despachos de los grandes directivos y se lía la de Dios. “Y esto qué es”, “Cómo dice esto”. Pero llegó a los oídos de más allá de Isidoro Álvarez, a altos directivos de medios financieros y de la Administración, y les pareció de PM. El primer impacto llegó a la calle Tomás Bretón, donde estábamos, pero el segundo nos llegó a la hora y pico. “Ha dicho todo el mundo que esto es la pera, que esto puede ser una explosión”… Nos quedamos estupefactos como a las 9 de la mañana, pero al revés». El artículo tuvo el efecto contrario al final, pese a los momentos iniciales de desconcierto en la sede de El Corte Inglés. El artículo no decía nada que no fuese verdad, pero El Corte Inglés no participaba activamente en las decisiones de Investrónica y eso explica la reacción de sorpresa que se produjo ante las informaciones de la prensa. Ni tampoco lo pretendían: la cuenta de resultados, cuantiosa, avalaba la labor de Investrónica.

Una decisión controvertida fue la fabricación de un clon de Spectrum, el Inves, en un momento en el que el mercado ya empezaba a demandar otro tipo de máquinas. Y adicionalmente, en aquel momento, los derechos de Sinclair y de su tecnología ya pertenecían a Amstrad, lo que ocasionó un postrero conflicto legal. «Se llevaba ya mucho tiempo pensando en hacer algo como el Inves, y hay que decir que estaba aquel Real Decreto que ayuda a sacarlo, porque si no es por eso igual no se hubiese podido sacar. Sinclair en el año 85 ya lo está comprando Amstrad, pero fue una cosa de risa: poco menos que le llamaron del Barclays y le dijeron “oiga, que a usted le han comprado”. Y así se enteró. Había dinero prestado, que no se pagaba…». La historia, por cierto, de la compra de Indescomp por parte de Amstrad también contiene una anécdota increíble. «Esto me lo contó su amigo íntimo, luego también íntimo mío. Estaban cenando Alan Sugar y José Luis Domínguez. Empezaron a hablar de dinero, y Sugar, que era un cockney de Londres, le dijo “Te compro la compañía”. José Luis se quedó blanco. Le dijo los millones de libras que le iba a dar por ella. José Luis dijo que okey, y le cogió y según estaban comiendo, en una servilleta nueva puso “I, Alan Sugar, will pay xxxx to José Luis Domínguez to buy Indescomp”, le dio la servilleta y listo».
El recuerdo que guarda Ricardo de Sinclair como empresa dista mucho de las ideas de eficacia y productividad. «Sinclair tenía muy mala organización de empresa, el gran jefe estaba en sus tareas despreocupado de todo. Tenía gente de primer nivel que le manejaba el tinglado y él estaba en sus cosas. Había gente que hizo mucho dinero haciendo cosas raras, porque nadie controlaba nada. Gente muy buena en la parte técnica pero…».

La caída de Sinclair no fue una sorpresa. «En todo este tiempo hay que decir que Investrónica siempre intentó ver cuál iba a ser su futuro. Desde siempre habíamos asistido a todas las Ferias del mundo, nos íbamos al CeBIT, en Hannover, y a las dos más grandes: Consumer Electronics Show, que había dos, en Las Vegas (el de invierno) y en Chicago (el de verano, que desapareció). Estábamos buscando cosas». Antes del lanzamiento del Spectrum 128K, Ricardo vio en Las Vegas, en enero de 1985, una máquina de Atari que, según sus palabras, «le daba mil vueltas al Apple Macintosh. Y en el CeBIT volvimos a verla, y estaba lleno el stand. A finales del 85, Spectrum ya no estaba. Estaba el mundo PC. Estando en SONIMAG me preguntan en mi grupo qué pasa con Atari. Se iba a celebrar un evento en San Francisco, así que fui allí y me reuní con Jack Tramiel, él conocía quiénes éramos. Era mayor ya entonces, un tipo muy listo, polaco, que escapó de Varsovia durante la guerra. Le parecieron bien nuestras ventas, también le contamos nuestra experiencia con Osborne. Nos volvimos para Madrid y acordamos que esas navidades sacaríamos el ordenador. Mandaron un ST, se tradujo y se lanzó en el siguiente SIMO. Y tuvimos bastante éxito, pero relativo. En Alemania arrasó al Amiga, que lo había hecho el mismo Tramiel: cuando se fue de Commodore se fue con su equipo técnico, que había diseñado el C64, y por eso en poquísimo tiempo desarrolla el ST. Esto fue en el 85. Pero en el 83 y el 84 ya habíamos estado en todas la Ferias de Asia. Corea entonces era muy cutre. Todo muy cutre salvo Japón. Hong Kong, … eran todas seguidas, hacíamos una especie de safari. Algunas veces 18 días fuera. Estábamos al tanto de todo lo que pasaba en el mundo, de cómo evolucionaba la tecnología».
Para Ricardo, la experiencia no del todo exitosa de Atari se explica de la siguiente forma: «Quizá fue algo prematuro en España ese tipo de productos, tampoco debió vender mucho el Macintosh. Lo compraba gente que era diseñadora, como sus colegas de EEUU o UK. Entre medias Apple sacó Liza, que fue un desastre. En ese momento se empieza ya a hablar de los compatibles, ahí vimos nuestro mercado, porque si ese mundo, los IBM, queríamos que llegara a todos los hogares tenía que tener un mejor precio. El que era líder de todo aquello era Taiwan». En aquel SIMO, Investrónica presentó su nuevo producto estrella, su Inves 512 X, basado en el Intel 8088. «El PC lo pusimos a 129.900 pesetas, era como un IBM XT, tal cual». La diferencia de precio era abismal: un XT podía costar entre 600 y 700.000 pesetas. No fue el único clónico en concurrir a la feria. «Todos los fabricantes decían que su producto era compatible: Olivetti, etc… La gente venía con un floppy que tenía una herramienta, y lo probaban para saber si realmente aquel ordenador era compatible con todo. Aquello fue el superboom de aquel año, también Amstrad presentó su PC, y fue el último año que vi juntos a José Luis y Alan Sugar. Estuvimos charlando allí todos». En el 87 y en el 88 Investrónica prosiguió con los compatibles, y el Spectrum quedó en el olvido. El mundo PC era el futuro: «Lo que influyó mucho es que la informática se hizo fácil, el software se hizo accesible, y el hardware se hizo barato».

Los cambios paulatinos en la actividad de Investrónica no sólo alcanzaron al tipo de máquina que distribuían, sino que fueron más profundos y condicionaron su evolución posterior. «En el 85 Investrónica ficha a una persona de Xerox y que conocía muy bien la Administración, y le fichamos pensando en meternos ahí mirando ya al futuro. Y a partir de ese momento, cuando salen los PC, ya estábamos ubicados en la Administración. Nos empezamos a llevar concursos. Eso fue lo que llevó a Informática El Corte Inglés S.A., Cuando Investrónica desaparece, la gente que quedaba pasa allí, incluida la famosa tercera planta. Siguieron con sus funciones de I+D». Pero Ricardo se había ido ya de la compañía. «A Rodrigo Becerra, al tiempo de marcharme, le nombran Director General de Investrónica. Siendo como era un técnico total, pasa de allí a ser un importante directivo de Informática El Corte Inglés». La marcha de Ricardo de Investrónica terminó de una manera curiosa. «Me marché el 30 de abril del 88. Al mes y pico volví porque me había llamado el jefe de personal, para resolver mi liquidación. Y descubrí que se hizo hacer un programa para llevar las nóminas de los altos directivos ¡en un Osborne!». El círculo quedó cerrado, y el campo de Ricardo, abierto para seguir explorando el mundo de la tecnología. Respecto al legado del ZX Spectrum, Ricardo no alberga dudas «El Spectrum fue el ordenador más popular en España». Las ventas de la marca, en la etapa de Amstrad España con José Luis Domínguez a la cabeza, continuaron siendo excelentes con el Spectrum +2 y el +3, aunque Ricardo no quiere dejar de apuntar que «si con él fue, es porque antes había sido».
Todavía tiene tiempo Ricardo para recordar la última vez que vio a Sir Clive Sinclair. «Iba por la feria de Chicago, hacía dos años había visto el Atari, y vi un stand digno y a Sir Clive. Me pasa dentro del stand, me reconoce, y allí dentro me dio esto, un Z88. Tal cual me lo dió, así está». Se trata de un Z88 impoluto. «Con esta pantalla, y yo pensaba, ¡pero quién se lo va a comprar a este hombre! Lo he abierto un par de veces para enseñárselo a algún amigo, que me decía: pero este hombre ya estaba loco del todo, ¿no? Hacer eso en el 87 que ya había cientos de miles de PCs. Le dije que seguía en Investrónica, y me dijo que por qué no me llevaba uno». Pero eran otros tiempos. Los tiempos más entrañables habían quedado atrás para Sinclair. Probablemente, para Investrónica, también.
Así concluye este artículo sobre Investrónica. Gracias a Federico Jerez por este extra tan increíble, y atención porque hay mucho más: contratos con Psion, con Cromemco, y una entrevista irrepetible. Muy pronto, en EMS Podcast.
Magnífica segunda parte de un artículo imprescindible para cualquiera que viviese los años 80 en nuestro país. Muchas gracias a JMV y a El Mundo del Spectrum por su publicación, me lo he pasado realmente bien.
Una maravilla de articulo e impresionante esa imagen de Sir Clive todavía intentando vender un producto que ya
estaba desfasado… Me da bastante envidia positiva los viajes que hicieron. Me hubiese gustado
conocer el Japón de los ochenta, estaba en plena burbuja económica y todavía era un mercado bastante
desconocido para Europa. Corea del Sur ha cambiado muchísimo desde entonces como apuntan, ni
punto de comparación a la Corea actual. Lo dicho, debió ser una aventura empresarial fascinante. 🙂